miércoles, 23 de febrero de 2011

Nadie es para siempre



Cuando éramos niños, los mimos, cariños y demás frases lapidarias con las que nos vistieron, nos fueron etiquetando con un código de barras de indestructibles. Nos hicieron creer que seríamos los más guapos del mundo. Nos dibujaron en el aire un campo magnético. Nos asignaron un ángel de la guarda apócrifo y nos echaron a la vida, indefensos e ilusos. 


De pronto el mundo se hace más chico y la muerte empieza a pasar lista; hace pocos días mi primo se fue en un cambio de velocidad, así sin más algo decidió que así sería. Hoy  una bala en el pecho de un amigo. Sin contar que en este país sangriento siempre amanece uno con la almohada salpicada, despertamos y nos vemos, quizá, por última vez en el espejo. Diario a desayunar  con el café del luto. Día a día el sonido de un balazo que sólo nos viene a recordar que estamos aquí de paso. 


Quién la viera a la vida, disparándonos a quemarropa.  


Cuando de niño me tocó decir unas palabras mientras nos pasábamos las doce uvas, todos se rieron cuando dije: "Yo sólo agradezco que hoy no me tocó a mi"- Porque diario, al menos uno, se baja de este desalmado y poluto mundo, tan cabrón él.
  
¡Ríanse ahora, invencibles! 


¡Pero vamos! No es que uno regrese a casa y cierre con premura la puerta tratando de evitar que se meta el mínimo chiflón de mala suerte, no es que uno salga a la calle temiendo ser el fatídico destino de  una bala perdida, no es que contemos los latidos pero es que se muere alguien cerca y nos empiezan a agarrar las prisas  ¿Acaso es la muerte lo único que nos recuerda que estamos vivos? 


En fin, aquí nos mató vivir y por eso es que pienso que cuando vamos camino a la cama, no es el cansancio lo que pesa, son los muertos. 










Querido año nuevo:


Ya entendí el mensaje, ahí muere.

2 comentarios:

  1. ¿Sabes? Nunca se ha muerto algún familiar mío, nadie cercano al menos. Entonces ni idea de qué era la muerte. Pero hace casi dos años, experimenté la muerte con tres grandes amigos, uno a uno, con un mes de diferencia entre ellos... De maneras crueles, injustas: uno en un asalto donde se resistió y le cortaron el cuello con una navaja, otro de una impresión al ser despedido de su trabajo después de 30 años sin derecho a nada... Otro de miedo al saber que era vih positivo, en 9 días la depresión lo fulminó...

    Los extraño horrores, a veces los recuerdos me traicionan y digo, "voy a llamarlos hace mucho que no se de ellos", cuando de pronto pienso, "no se puede, están muertos".

    Desde entonces he sentido justo lo contrario a lo que mencionas aquí: Cuando me duermo, lo hago contento de desconectarme del mundo tan bello que tenemos pero tan socialmente podrido, cierro los ojos con ansías deseando ya no pensar nada más, perderme, y al despertar viene lo difícil, ¿para qué levantarme? ¿Al mundo de las apariencias, de las etiquetas, de la exclusión, de la irracionalidad, de la marginación, del nepotismo, de las leyes que se compran, de los sistemas caducos? Etcétera, etcétera...

    Al despertar vuelvo a cobrar fuerza, armarme de valor, y hacerlo porque tuve la desgracia de despertar y no quedarme en el sueño, sólo por eso, no porque me ilusione o motive...

    Desde mi cercanía y contacto con la muerte, se quedó muy presente, y me da miedo a veces, a ratos no, a veces la espero alegre, algunas enojado... Pero finalmente en la vida la única certeza es la muerte. Aunque no haya lógica, ¿para qué crear vida, si se va a destruir?

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  2. El otro día conversando le dije a masterkid: y si te hablo de Genet, me acuerdo de aquellas palabras dichas por algún héroe de comic, y que antes lo dijo, no sé quién exactamente: Lo importante es cómo morir.

    ¿Y el azar, las enfermedades...? O elegir cómo morir, ¿es posible?, o morir de viejos, o cómo.

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